Todo
empezó cuando una amiga viajo a Estados Unidos y me contó su experiencia,
siempre me ha gustado viajar así que me decidí hacerlo. Así empezó todo. De un
día para el otro me veía planificando mi viaje que sería a fines del 2008 para
ese entonces terminaba el segundo ciclo en la universidad. No veía la hora de
subirme al avión.
Si
bien me encantaba la idea, tenía miedo e inseguridades que no me podía sacar de
la cabeza. Era mi primer viaje sola y estaría tres meses en un país desconocido
y con gente que era completamente extraña a mí.
Me
arriesgue y me fui sin pensarlo, me habían contado que allá las temperaturas
eran bajo cero, así que estaba mentalmente preparada para pasar del invierno Limeño
al invierno Norteamericano y renunciar a mi preciado verano.
29
de Noviembre, y acabo de aterrizar en el aeropuerto de New York, estuve más de
una hora esperando el control del pasaporte, todo era un caos, pero al final
salió de maravilla.
Salí
de ese inmenso aeropuerto y me di cuenta que ya no estaba en mi país, tome un
taxi con destino a Manhattan, pues iba a tomar un bus que me lleve a Vermont.
Pasan
los minutos, me asomo por la ventana del taxi y las calles estaban vestidas de
blanco, todo estaba impecable, no había basura en el suelo, la gente respetaba
las señales de tránsito y hasta los autos paraban con solo ver a los peatones
acercarse a la acera.
Lo
que más me llamo la atención fue la gente en general. Hay mucha diversidad de
estilos y culturas y nadie tiene la intención en juzgar a los demás sin razón.
La
ciudad de los rascacielos es la capital de la música, fue lo primero que pensé
al ver los anuncios publicitarios al llegar a Manhattan. Eran casi las 2 de la
mañana y parecían las 6 de la tarde.
Las
2:20 de la mañana y al llegar al Grandhound, la estación del bus, me di cuenta
que tenía que esperar hasta las 7 de la mañana para partir hacia Vermont, así
que decidí dar una vuelta por los alrededores.
Estaba
amaneciendo y decidí ir al Empire State Building pues estaba cerca, al menos
eso decía el mapa. Empecé a caminar y note que en cada esquina había un
Starbucks y un Mc Donald, eso despertó mis ganas de comer, así que decidí por
una beacon chesse burger.
Continúe
mi paseo y llegue al Rockefeller Center, vi el árbol de navidad para mí el más
grande del mundo. Decidí quedarme ahí y no ir al Empire State.
Me
senté al frente al árbol, viendo a unas personas limpiar el hielo de la pista
de patinaje, no había mucho que hacer, así que me puse a leer, aún me faltaban
unas hojas para terminar el libro “Travesuras de la niña mala”.
A
los pocos minutos empezó a caer la nieve, eran como pequeños algodones, que me
golpeaban suavemente y resbalaban en mis pestañas, así que decidí volver.
Son
casi las 6 de la mañana y todo sigue oscuro, me puse en la fila y compre un
ticket. Pues ya era hora de abordar el bus, mi destino final era Vermont.
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