viernes, 1 de junio de 2012

UNO AMA A LOS AMIGOS


Uno ama a los amigos, por supuesto. Es un amor sincero, libre, intenso y siempre espontáneo. Los amigos son la familia por elección.

Yo amo a mi amigo. Escritor, extraordinario narrador de anécdotas, gran mentiroso, director,  guionista, ilusionista. A este hombre de veinticuatro años yo lo considero mi amigo, mi hermano del alma. No estoy de acuerdo con algunas de sus ideas al 100%, pero eso nos une más. Creo que sería demasiado aburrido tener un amigo que piense como yo, que hable como yo, que sueñe como yo. Ya aprendí que las diferencias enriquecen el alma porque te enseñan a ser tolerante y respetuoso de la libertad. 

Estoy convencida de que muchas veces lo provoco y lo hago renegar con mis preguntas, pero jamás me hace sentir mal. El es mi compañero más constante en todos estos años que llevo de vida y lo que más recuerdo son sus ocurrencias, mis ataques de risas con sus historias delirantes, sus consejos originales, su risa, mi risa. Su libertad.  

De su condición de hijo, de mi condición de hija. De su soltería, de la mía, de los hombres infieles, de las mujeres perversas, de los hijos que no tenemos. Desarrollamos teorías sobre los celos y la traición, sobre la política y el erotismo, sobre la inocencia y la perversión. Con él aprendo muchas cosas, sobre todo a sacarme varios prejuicios de encima. 

Sé que muchos creen que estuve enamorada de él, me lo dijeron sin anestesia. Pero yo los miraba asombrada porque no entendía como nuestra relación amical delataba un amor imposible y me reía. Una vez alguien me explicó su teoría sobre mi “relación” con él, sonreí mucho y por supuesto confirmé mi amor. Claro que quiero mucho. Por supuesto que estoy enamorada de su buen humor, de sus ataques de risa, de la música que escucha, de las películas que ha visto, de su memoria.   
Por supuesto que lo quiero y no soy la única; muchos disputan su cariño. Y celebro que así sea. Lo digo siempre, eres un partidazo.  

Nunca vayas a cambiar, sigue siendo el niño travieso y libre y preguntón y respondón y también picón que eres. Te quiero mucho y mi amor incondicional es para toda la vida. Cuenta conmigo siempre. Mil gracias por todas las Bembos, helados y demás dulces que me has invitado en todos estos años, por las películas que me has prestado, por los libros que me has recomendado. Gracias por haberme apoyado cuando estaba asustada o sufriendo por un amor incomprendido. 

Es un honor conocerte, es un placer estar a tu lado. Mil gracias por defenderme siempre, por protegerme y por decirme una y otra vez que tengo que seguir adelante. Te quiero mucho y lo sabes de sobra.

Espero tu libro de anécdotas, tu película sobre la cumbia peruana. Espero que vuelvas a los cortos. Cuando quieras tomar un helado llámame y pecamos juntos. Mientras tanto me conformaré con leer Días Demás. 

Te quiero mucho, y de verdad espero haber sido una amiga “anormal” para ti.

W.C.T.R


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